El fútbol femenino neozelandés no olvidará jamás aquella tarde. El partido inaugural de la Copa Mundial Femenina de la FIFA 2023™ se jugó ante el mayor número de espectadores que se había congregado nunca en Nueva Zelanda para ver un partido de fútbol (masculino o femenino) y terminó con un triunfo histórico por 1-0 sobre Noruega que conquistó los corazones de toda una nación.

Para Hannah Wilkinson, que marcó el gol de la victoria, lo que sucedió esa tarde en el estadio de Eden Park en Auckland/ Tāmaki Makaurau provocó un cambio fundamental en el fútbol femenino neozelandés.

"Lo que hicimos aquel día como grupo fue algo muy necesario —comentó—. El país lo necesitaba. Las jóvenes aspirantes a futbolistas de Nueva Zelanda lo necesitaban. Quiero pensar que lo que hicimos fue desatar la pasión por el fútbol en nuestro país, algo que era necesario desde hacía muchísimo tiempo. Quiero pensar que el torneo va a dejar un legado duradero".

Wilkinson ha recordado que las jugadoras "alucinaron" con el ambiente que había en el estadio y ha asegurado que estaban convencidas de poder batir a una selección rival que, sobre el papel, era superior.

"Sentíamos mucha confianza en el grupo y sabíamos que íbamos a hacer algo especial ese día —afirmó—. Espero que el legado de la competición sea muy duradero. El torneo ha demostrado algo que no solo puede aplicarse al fútbol femenino, sino al deporte femenino en general: si se coloca en una plataforma equivalente a la del deporte masculino, despierta un gran interés. También me gustaría pensar que ese impulso va a continuar y que la gente seguirá interesándose no solo por el fútbol femenino, sino por el deporte femenino".

Wilkinson ha enviado un mensaje muy claro para las jóvenes que quieran imitarla. "Mi mensaje para las niñas que quieran hacer lo mismo que nosotras es que no bajen los brazos —anotó—. Va a ser muy difícil. En ocasiones, os preguntaréis si merece la pena. Pues sí: merece la pena. Seguid adelante y no os rindáis jamás. Los sacrificios que hagáis valdrán la pena".

Durante todo el torneo, los pueblos aborígenes y la cultura maorí han estado muy bien representados durante las bienvenidas a los equipos y los días de partido, incluidas las ceremonias, así como en los brazaletes de las capitanas. Esto último ha sido muy especial para Wilkinson.

"La pōwhiri (ceremonia de bienvenida maorí) de la comunidad Ngāti Whātua y de Auckland fue algo increíble. Me pareció una forma muy bonita de recibir a otras naciones en Aotearoa. Lo más especial de todo es que fue durante la celebración del Matariki (el Año Nuevo maorí)", afirmó. 

"Como nación y como equipo, hemos aprendido mucho sobre el Matariki y sobre Aotearoa, lo que nos ha ayudado a sentirnos más conectadas con la tierra. Hemos sentido una fuerte conexión espiritual con este torneo y ha sido verdaderamente especial".