Este sábado 25 de junio de 2016 se cumplen 30 años de la semifinal de la Copa Mundial de la FIFA México 1986™ que enfrentó a Argentina y Bélgica (2-0), penúltima etapa antes de la gloria para el equipo de Diego Armando Maradona, y que sigue siendo a día de hoy el mejor desempeño de los Diablos Rojos en doce participaciones en la prueba.
Para Enzo Scifo, suponía la primera. “La más linda de las cuatro”, confiesa el antiguo mediapunta en declaraciones a FIFA.com. “Quizás sea algo que la selección belga pueda repetir actualmente, pero en aquella época todo el mundo coincidió en decir que no volvería a pasar nunca”, continúa el exfutbolista, que posteriormente disputaría dos octavos de final, en 1990 y 1994, antes de decir adiós en la primera ronda en 1998.
En México, los hombres de Guy Thys tuvieron un inicio renqueante. “Nos habíamos clasificado con muchas dificultades, entre los mejores terceros”, recuerda Scifo. “Había fricciones dentro del equipo, pero el entrenador supo tomar las decisiones correctas. El grupo volvió a unirse. Recuperamos una cierta humildad que nos permitió eliminar a la URSS y a España, que estaban entre los favoritos”.
Este genial centrocampista ofensivo, elegido posteriormente mejor jugador joven del torneo, extrajo unas lecciones muy valiosas de aquella aventura humana. “A lo largo de toda mi carrera, fue una referencia. Me aferré a eso pensando que, si había pasado, todo era posible. Me di cuenta de que el fútbol no consiste en jugar en el mejor equipo. Hay que tener valores y humildad. Pensar que, a veces, no somos los mejores, pero sí podemos rivalizar con los mejores. Comprendí todo eso a los 20 años”, cuenta Scifo, que en aquella época no lucía todavía su famoso número 10, sino el 8.
Una exhibición individual Ante los belgas, Maradona hizo más que encarnar ese mítico dorsal. Lo reinventó. Tres días después de la “Mano de Dios” y del gol del siglo contra Inglaterra, El Diez volvió a multiplicarse por toda la cancha. En los extremos, en punta, en la recuperación... Organizó, contemporizó, aceleró... y dejó atónitos a los belgas mediante dos verdaderas chispas de genio.
“Fue él quien nos eliminó, y nos privó de jugar la final con sus dos goles”, confirma Scifo. “Marcó diferencias, porque Argentina no tenía su día. Nosotros tampoco, ya que acabábamos de jugar dos partidos con prórrogas, y físicamente lo acusamos mucho. Pero él nos aniquiló”.
Los sensacionales destellos de D10, un gol con el exterior de puro depredador del área y luego una internada antológica, todo ello en apenas doce minutos, iluminaron la semifinal y le reservaron la distinción de Balón de Oro del torneo, que recibiría tras la final ganada contra Alemania (3-2), gracias a su magnífico centro para Jorge Burruchaga, autor del gol de la victoria. Un día antes, Scifo y compañía sufrieron su última derrota en la prórroga contra Francia, en el partido por el tercer puesto (4-2).
El exquisito belga no albergará nunca ni un ápice de resentimiento hacia el hombre que acabó con el sueño de los Diablos, sino todo lo contrario. “Siento un cariño especial por Maradona”, afirma Scifo, que volvería a cruzarse con el jugador del Nápoles al año siguiente, con el Inter de Milán.
“Nunca intenté medirme con nadie. Sencillamente, sentía admiración hacia un futbolista como él, aunque fuese mi adversario. Durante mi carrera me encontré con muchos grandes jugadores, pero Maradona fue uno de los que más me impresionaron, y no solo por su forma de jugar. Tenía sus gestos característicos, pero también esa facultad de mostrar siempre una gran eficacia y desequilibrar él solo los partidos. Yo me preguntaba cómo lo hacía. Por eso todo el mundo lo admiraba. Tenía una inteligencia de juego que le permitía ser decisivo en un momento u otro”.
Scifo aprendió durante aquel Mundial que todo era posible. Incluso lo imposible, como le demostró Maradona.