“Hemos estado ahí luchando, picando piedra para las nuevas generaciones”. Y la metáfora deja paso a una risa franca. La historia de Mónica Ocampo es, en buena medida, la de la evolución del fútbol femenino mexicano. La delantera de 29 años –dos veces mundialista absoluta y presente en el Torneo Olímpico de Fútbol de Atenas 2004–, pertenece a esa generación que, en sus inicios, enlazó con las pioneras de este deporte, para ir dando paso ahora al relevo que viene en un país donde el fútbol femenino gana terreno, sudando cada palmo.
“En su momento me tocó ver a grandes jugadoras como Maribel Domínguez, Mónica Vergara, Mónica González… participé con ellas en 2 ó 3 torneos”, rememora con FIFA.com.
Ocampo era entonces la ‘novata’ que intentaba consolidarse en la selección absoluta tras años de lucha por dedicarse a su pasión. Años en los que las chicas lo tenían difícil en México. “Jugué con niños casi desde los 6 años, que empecé, hasta los 15. Y recibías insultos de los padres. Que cómo una niña podía jugar mejor que su hijo… que si ‘vete a la cocina’… Era triste, pero creo que me hizo más fuerte”.
El apoyo de la familia fue fundamental. “Siempre digo que llegué donde estoy gracias a mis padres y hermanos. Tengo 4 hermanos varones y soy la chiquita y la única niña. Siempre jugaban al fútbol, me llevaban a los campos y, como se suele decir, el alumno superó al maestro ¡y yo salí mejor!”. Y de nuevo las risas, constantes en toda la charla.
Un punto de inflexión Una experiencia, con apenas 19 años, terminaría por convencerla de que lo suyo era la pelota: la Copa Mundial Femenina Sub-20 de la FIFA de 2006 en Rusia. “Ahí es donde me abro camino, porque después me llamarían para la selección mayor. En ese torneo me confirmo y me digo que quiero seguir en esto. Fue una gran experiencia”, asegura.
En el plano personal, el choque cultural del viaje a Rusia dio para anécdotas curiosas. “Una tarde que nos dieron permiso para salir, una amiga quería conocer el metro de Moscú. No sabíamos ruso y no sabíamos leer su alfabeto, así que nos perdimos unas cuantas horas y nos costó una multita”. En lo futbolístico, coincidió con jugadoras con las que ha vuelto a cruzarse después, como las alemanas Celia Sasic y Nadine Kessler, o la estadounidense Tobin Heath, con la que además compartió equipo en uno de sus pasos por la liga americana.
Y encontró a la que ha sido su principal socia en el ataque del Tri estos años: Charlyn Corral. “¡Un tercio de mi vida coincidiendo con ella! Lo hablamos en las concentraciones, que prácticamente somos las dos únicas jugadoras que quedamos de aquel equipo de Rusia. Hemos compartido grandes momentos y la admiro. Es una gran jugadora”.
En Rusia cumplió un sueño: marcar en un Mundial. Entonces, Ocampo expresaba un deseo a FIFA.com: “¡Ojalá éste no sea nuestro único mundial!” Se cumplió con creces: la delantera ha participado en la reciente cita de Canadá, y antes en Alemania 2011, donde dejó un gol para el recuerdo, un derechazo lejano directo a la escuadra que dio al Tri su primer punto en un Mundial absoluto (ndlr: empataron 1-1 con Inglaterra). “Es uno de los más importantes de mi carrera, y no sólo por el gol en sí, sino por lo que supuso para el equipo”.
Predicar con el ejemplo Pese a esos logros, el camino no se allanó. A Ocampo le toca seguir luchando, persiguiendo su sueño, buscando su lugar en el fútbol. Tras dos años en el Sky Blue estadounidense, esta temporada no tiene equipo profesional, pero no se ha quedado mano sobre mano. Ni mucho menos. “Empecé la carrera de educaci��n física, donde me preparo para entrenar, y participo en un equipo amateur de niñas. Hago de jugadora-entrenadora, ¡doble chamba!”, dice con una amplia sonrisa.
A ellas les inculca su filosofía de trabajo y les llama la atención sobre las facilidades que tienen ahora. “A veces no quieren venir a entrenar y les digo que si deseas algo y no te esfuerzas, no vas a llegar. Y también que ellas la tienen más fácil. ¡Como hubiera querido yo tener a alguien que me hubiera podido entrenar! Tengo envidia sana… Y cuando se lo digo, noto que les llega, porque le echan más ganas”.
La delantera no oculta su deseo de seguir jugando, y confía en que, cuando se nombre al nuevo seleccionador mexicano, puesto vacante tras la marcha de Leonardo Cuéllar, lleguen nuevos llamados con el Tri y se reactive un proyecto largamente anhelado: la creación de una liga femenil mexicana. “Es lo mejor que nos podría pasar. Si ahora mismo se clasifica a Mundiales y Juegos Panamericanos sin tener una liga… teniéndola el fútbol mexicano crecería bastante”, asegura.
Mientras ella sigue trabajando, infatigable, por su presente y por el futuro del fútbol mexicano. Sudando cada paso.