Vimarest Díaz y Ainhoa Fernández arrancaron sus carreras como futbolistas
Ahora participaron en el arbitraje en República Dominicana 2024™
"Como árbitras debemos ser invisibles”, dicen al unísono
El fútbol femenino tiene sus grandes historias: goles en el último minuto, jugadoras que rompen moldes, estrellas que alzan trofeos entre gritos de euforia… Pero hay otras protagonistas que, más allá de ser partícipes necesarias, acompañan cada gesta: las árbitras.
En la Copa Mundial Femenina Sub-17 de la FIFA República Dominicana 2024™, estas mujeres, sin la promesa de una ovación, se paran en el centro del campo y al borde de la línea de cal para hacer lo más difícil: ser imparciales, precisas y, sobre todo, invisibles.
Vimarest Díaz y Ainhoa Ruiz son dos de ellas. Desde países e historias distintas, ambas han llegado al mismo destino: la élite del arbitraje femenino en la Copa Mundial Femenina Sub-17.
Un camino improbable
Era el 3 de diciembre de 2015. Venezuela y Colombia se disputaban uno de los dos boletos sudamericanos para la Copa Mundial Femenina Sub-20 de la FIFA Papúa Nueva Guinea 2016™.
Con el partido empatado, a cuatro minutos del final, Vimarest Díaz rompió la balanza con un gol de cabeza en un tiro de esquina. El festejo fue en grande: era el tanto que le daba a Venezuela la clasificación por primera vez al Mundial de la categoría.
"Ese fue uno de los mejores momentos de mi vida", rememora en una plática con Inside FIFA. “Esa euforia, esa alegría, esa energía que sientes en ese momento es completamente diferente”, completa.
Pero la historia de Vimarest es la de alguien que no eligió su destino, o al menos, no conscientemente. Era futbolista. Era buena. Pero un día llegó a República Dominicana, el país donde encontró su verdadero camino. "Creo que, como jugadora, nunca te imaginas que serás árbitra en algún momento. Frecuentemente, muchos jugadores nos ven como los malos del campo, así que no te lo imaginas”, confiesa.
“Vine a este hermoso país —República Dominicana— que me ha abierto tantas puertas, con gente importantísima como Irasema Aguilar, directora de la Comisión Dominicana de Arbitraje, que me propuso ser árbitra. Y, sinceramente, me encantó desde el momento en que empecé. Me enamoré completamente de la profesión”.
Ainhoa, por su parte, llegó al arbitraje por una ruta diferente. Su país, Andorra, no tiene tradición en grandes competiciones internacionales, y su carrera como guardameta quedó truncada por una lesión.
"Empecé a pitar porque una lesión me impedía jugar, pero no correr", cuenta. Lo que comenzó como una actividad temporal, se convirtió en su propósito de vida. A los 24 años, tomó la decisión: sería árbitra asistente. Y lo que Andorra no le ofrecía como futbolista, lo encontró en la línea de cal. "Vi más oportunidades como asistente de campo", explica, consciente de que en un país pequeño, ser árbitra internacional es un logro gigantesco que le permite viajar y compartir un poco de su cultura, y también ser una embajadora de Andorra en el resto del mundo.
Con un bagaje distinto
Su experiencia como futbolistas no fue tiempo perdido. Esos años invertidos hoy también rinden frutos.
“Cuando fuiste jugadora, entiendes lo que los otros sienten en el campo. Sabes cuándo un partido se desborda, cuando un jugador pierde los estribos, porque tú ya estuviste ahí. Eso te da una ventaja, aunque también una carga: ahora tienes que ser la que controla lo que antes te dominaba”, explica Díaz.
Hoy en día, años después, se ríen recordando de las veces que no estuvieron de acuerdo con un árbitro. Porque ahora, desde el otro lado del silbato, ven las cosas de manera distinta.
Vimarest se ríe de eso: "Yo era de esas jugadoras que podían ser un poco... expresivas con los árbitros", confiesa con una sonrisa marcada en el rostro. “No me gustaba especialmente que me pitara una árbitra. Ahora que yo lo soy, he querido buscarla para disculparme completamente y decirle: 'Mira, te admiro, porque ahora sé que no es fácil estar en esa posición'”.
Conviviendo con las equivocaciones
Lo que han aprendido es que ser árbitra es aprender a aceptar los desaciertos. Porque las fallas son inevitables. "Nuestro mayor error es nuestro mejor maestro", dice Vimarest, citando a Bibiana Steinhaus-Webb, jefa del Departamento de Arbitraje Femenino de la FIFA. “Somos humanos, y no puedo decir que no vaya a cometer un error o que nunca lo haya cometido. Así que debemos seguir trabajando en ello, dejarlo pasar y seguir avanzando”.
Ser árbitra es, más que nada, una paradoja. "Debemos ser invisibles", dicen las dos, casi al unísono. Porque si hacen bien su trabajo, nadie hablará de ellas.
Vimarest lo sabe. “Hay presión, claro que hay presión”, admite. “Siempre hay ese algo en el pecho, pero tenemos que saber canalizarlo y llevarlo a otro lugar para que esa sensación de presión nos impulse a hacer un mejor trabajo siempre que tengamos que jugar en el campo”.
Ainhoa, por su parte, habla desde una serenidad más contenida a la hora de enfrentarse a estos momentos. “Al fin y al cabo, trabajas con tu equipo, te preparas, te entrenas y lo haces lo mejor que puedes. Cuando saltas al terreno de juego, todo desaparece”.
En gran momento
Las dos viven un gran momento en sus vidas, con un presente deportivo del cual se pueden sentir muy orgullosas. “He cumplido muchos sueños en poco tiempo como árbitra. Fui la primera mujer en dirigir un partido masculino en la liga dominicana. Para mí eso es enorme, me llena el corazón. Igual que estar aquí representando a mi país por la Concacaf. Uno de mis objetivos es seguir trabajando con constancia y dedicación para llegar a un Mundial femenino en la categoría mayor, o, quién sabe, tal vez a un Mundial masculino”, reflexiona Díaz.
Mientras tanto, Ainhoa Fernández disfruta y agradece el presente. “Ni siquiera pensaba que conseguiría la mitad de lo que he logrado hasta ahora. Así que creo que mi sueño es que el camino continúe como hasta ahora. Vamos a ver hasta dónde llega”, finaliza. Así, prefieren no ponerle techo a sus sueños…