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jueves 28 abril 2016, 15:40

Funes Mori, del recelo al mito

Poco después de que Ramiro Funes Mori supo que había sido convocado a la selección argentina, un teléfono sonó en Texas. En Arlington, la ciudad que abriga el estadio de los Dallas Cowboys, totems del fútbol americano. “Hola, Jeff. ¡Voy a ir para allá con la selección!”, se emocionó en inglés Ramiro, palabras más, palabras menos, cuando el timbre en el oído se convirtió en voz.

Era agosto de 2015 y para el Melli, flamante campeón de la Copa Libertadores de América con River Plate, a pocas horas de ser vendido al Everton, ir a jugar allí un amistoso con Argentina fue como dibujar los centímetros finales de su círculo futbolístico.

“Tengo sangre argentina pero Dallas es parte de mi vida porque viví allá entre los 9 y los 16 años”, le cuenta Funes Mori a FIFA.com.  “Fue (vivir) una cultura diferente, un modo de vida distinto. Fue difícil al comienzo en la escuela porque no hablábamos inglés pero al año ya estábamos acostumbrados”.

Allí conoció a Jeff Waldrop, su técnico en la Arlington High School, allí deslumbró como mediocampista defensivo con llegada y gol, allí empezó a forjar una personalidad avasallante dentro del campo que, con el tiempo, lo convirtió en lo que es hoy a los 25 años: uno de los centrales revelación de la Premier League y puntal de la Argentina que busca un lugar en la Copa Mundial de la FIFA Rusia 2018™.

Nunca se sabrá cómo pudo haber sido su historia si el FC Dallas hubiese tenido estructura de juveniles para formarlo como quería. Junto a su hermano mellizo Rogelio, hoy delantero de Rayados de Monterrey, participaron del reality show de televisión MLS Dream (El Sueño de la MLS). Rogelio fue el ganador, Ramiro quedó finalista y el paso siguiente fue llegar al Dallas FC. Pero el sueño se quedó por la mitad. “Él nunca tuvo un contrato con el Dallas FC y queríamos jugar profesionalmente, así que regresamos a Argentina”.

Del recelo al mito Altos, fuertes, con personalidad y talento, River Plate les hizo una prueba en 2008. Los vio durante dos semanas y no dudó en ficharlos para su cantera. Rogelio siguió siendo 9, aunque Ramiro dejaría la mitad del campo para siempre: “River ya tenía grandes mediocampistas, así que el técnico me dijo de jugar de central izquierdo. Ahí decidí jugar en esa posición”.

La carrera de Rogelio despegaría en apenas un año con goles en Primera División, pero Ramiro estaba a la sombra. “Yo tenía el mismo sueño que él pero es mucho más difícil para un defensor hacer su debut. El técnico tiene que confiar más en vos. Si un delantero pierde la pelota no pasa nada, pero como un defensor no podés tener grandes errores”. Demoró “dos años y medio” en debutar en el primer equipo y lo hizo en el peor momento de la historia del club: en 2011, el año que River estuvo en Segunda.

Por necesidad fue muchas veces lateral izquierdo, estuvo varios meses parado por una lesion ligamentaria de rodilla y, como si fuera poco, a su hermano el arco se le había achicado como si fuera de hockey sobre patines. Así, el club había ascendido pero Rogelio era resistido por los hinchas. El apellido y la fisonomía idéntica arrastraba a Ramiro a ser mirado con recelo, aún después de la marcha de su hermano. Hasta que en marzo de 2014 llegó lo que en Argentina se conoce como el Ramirazo y todo cambió.

“Era un Superclásico y metí un cabezazo en el minuto 40 del segundo tiempo con el partido 1-1. No había hinchas de River, eran todos de Boca. Todo se volvió silencio. Fue increíble”. Un habitual suplente selló una victoria quiebre: el Millonario terminó saliendo campeón de ese Torneo Final 2014. Meses después, ganó todo a nivel sudamericano. Ramiro no sólo fue titular indiscutible en ese raid triunfal: pasó de ser renegado a convertirse en un mito para los hinchas por su carácter ganador y sus goles importantes.

“Soy un jugador fuerte, que va bien de arriba, agresivo. Me gusta ir siempre duro a cada pelota”, se define. Es algo que mamó en el campeonato de su país -“Para jugar en la liga argentina necesitás ser fuerte físicamente”- que le sirve hoy en el Everton, donde también se ganó un lugar en el once pese a haber llegado como alternativa. “La Liga inglesa es extremadamente intensa y física, con jugadores muy veloces. Aprendo rápido y apenas llegué tuve la oportunidad de jugar tres o cuatro partidos. Eso me dio mucha confianza, no pensaba que podia jugar tan pronto”.

Argentina y el amor de mellizo Arlington puso su grano de arena también en su rápida adaptación: “Lo más importante que aprendí en Estados Unidos fue hablar ingles. Tenés una ventaja al ser capaz de comunicarte con tus compañeros en la cancha”.

En pocos meses, también se ganó contra todo pronótico un lugar de privilegio en la selección argentina. Gerardo Martino lo llamó cuando pocos lo esperaban y fue titular en 4 de los últimos 5 partidos clasificatorios a Rusia 2018. El restante se lo perdió solo por suma de amarillas. “Aprendés de los jugadores top que tenés al lado. Tenemos un equipo fuerte que debería aspirar a ganar las eliminatorias, la Copa América y el Mundial”, dice, con la victoria como único pensamiento. Su nombre también suena fuerte para ser uno de los tres mayores de 23 años en el Torneo Olímpico de Fútbol Masculino Río 2016.

"En lo futbolístico uno va teniendo etapas, partidos y vas aprendiendo de los errores. Me siento más maduro porque en River tal vez cometía errores muy tontos pero aprendí mucho con eso", justificó su asentamiento en la selección en una conferencia de prensa reciente.

Lo que seguro le gustaría cambiar es estar lejos de Rogelio. Ya no se queda sin dormir de noche porque el mellizo salió con su novia, como contó su madre que pasaba años atrás, pero se apoya en que “hoy con la tecnología podés estar muy cerca”.

“Fue duro las primeras semanas cuando lo compró el Benfica pero después nos acostumbramos. Hablamos por FaceTime todos los días. Siempre miro sus partidos. Los busco en Internet y a veces tengo muchos problemas, pero siempre encuentro la manera. Y él mira los míos. Sigue la Premier League porque cuando éramos chicos siempre mirábamos fútbol inglés”. Eso fue en Arlington, donde ya se intuía que el teléfono iba a sonar algún día en la casa de Jeff.