Hace 20 años, Camerún se colgó el oro en el Torneo Olímpico de Fútbol
Geremi era entonces el capitán de los Leones indomables
El camerunés accedió a abrir el baúl de los recuerdos para FIFA.com
Hace exactamente 20 años, los Leones indomables rubricaban una de las mayores hazañas en la historia del deporte camerunés. Tras imponerse a España en la final del Torneo Olímpico de Fútbol masculino Sydney 2000 (2-2, 3-5 PEN.), dieron a Camerún su primera medalla de oro en unos Juegos Olímpicos.
Esa bonita presea encontró un lugar preferente en la vitrina de trofeos de Geremi. Y eso que allí figuran dos Copas Africanas de Naciones ganadas en 2000 y 2002, sendos títulos de la liga española (con el Real Madrid) e inglesa (con el Chelsea), dos medallas de campeón de Europa…
El ex centrocampista y capitán de los Leones indomables (ahora convertido en FIFA Legend) recuerda con nostalgia ese histórico título para FIFA.com.

¿Qué imágenes le vienen inmediatamente a la mente al evocar su título en el Torneo Olímpico de Fútbol Sydney 2000?
Despierta en mí un recuerdo maravilloso, ¡la reminiscencia de una magnífica sorpresa! No éramos más que una pandilla de chicos despreocupados que acudía a Australia para disputar una competición sin ambiciones reales. A medida que avanzaba el torneo, la idea de que podíamos acabar logrando algo fue germinando lentamente en nuestras cabezas, hasta llegar el feliz desenlace. Las primeras imágenes que me vienen al instante a la mente son las de la entrega de la medalla. ¡Es el momento en el que uno se da cuenta de que está entrando en la historia!
¿En Camerún lo consideran como la mayor hazaña deportiva jamás lograda?
¡Una de las mayores! El entusiasmo fue in crescendo. Había una gran diferencia horaria con Camerún, lo cual no facilitaba las cosas. Para ver nuestros partidos en directo por televisión, había que despertarse muy pronto en Camerún. Partido a partido, la gente se puso a seguirnos y a apoyarnos hasta tal punto que, en un momento determinado, todo Camerún cambió su modo de vida: la gente se marchaba a trabajar muy temprano, se acostaba pronto, ¡y se levantaba al alba para poder ver nuestras proezas!
Entre las grandes actuaciones camerunesas de la historia, está la famosa andadura de los Leones indomables hasta los cuartos de final del Mundial de 1990… Si hubiese podido elegir, ¿no habría preferido ser partícipe de esa aventura?
Efectivamente, fue una actuación admirable, no solamente para Camerún, sino para toda África. ¡Era la primera vez que un país del continente alcanzaba esa ronda en el campeonato! Incluso lloré al verlo ante mi televisor, de niño. Pero no hubo ningún título al cabo de ese recorrido, pese a ser muy encomiable. Y la historia, ante todo, lo que recuerda son los títulos.

Personalmente, figura entre los jugadores cameruneses más laureados, ¿pero esa medalla de oro ocupa un lugar especial en su corazón?
Cada uno de mis títulos tiene su historia. Todos moldearon al jugador que fui, desde el trofeo más pequeño, cuando era niño, hasta los más grandes, que pude conquistar en la cima de mi carrera. Todos son igual de importantes: unos y otros cuantifican y gratifican el trabajo que pude realizar en los terrenos de juego. Son como mis hijos… ¿y es que se quiere más a un hijo que a otro? ¡No! Con los títulos es parecido…
¿Se acuerda del ambiente que reinaba ese 30 de septiembre de 2000 en el Estadio Olímpico de Sydney, lleno con más de 100.000 espectadores?
¡Por supuesto! ¡Fue impresionante! Lo recuerdo más aún porque esas 100.000 personas desempeñaron un papel preponderante en nuestra victoria. Y es que al descanso íbamos perdiendo 0-2 ante España, y el público se puso de nuestra parte cuando empezamos a remontar en el marcador. ¡Y no era el público camerunés que solíamos tener en nuestros compromisos con la selección nacional! Ese público se encariñó con nosotros. Nos apoyó pese al calor sofocante. Yo pensaba: “Vaya, ¡deben apreciar de verdad lo que estamos haciendo!”.
¿En qué medida disputar unos Juegos Olímpicos es algo especial en la carrera de un futbolista?
¡Es una de las competiciones deportivas más grandes! No hay otra que reúna a tantos deportistas de todos los horizontes en un plazo establecido. Y eso es precisamente lo que hace mágico al acontecimiento cuando eres protagonista de la competición: es poder vivir al lado de otros deportistas en la villa olímpica, poder compartir juntos nuestras experiencias, poder comer al lado de un yudoca famoso, de una estrella del baloncesto, de un campeón de esgrima, ¡o qué sé yo! Es una experiencia única.

¿Hubo algún encuentro que le marcase especialmente?
¡El conocer a Serena Williams! Se apasionó por nuestra selección. ¡Incluso jugó con nuestros colores! Quiso conocernos, y fui yo, como capitán, quien tuvo la suerte de ejercer de embajador. También conocí al fondista Haile Gebrselassie, al baloncestista Yao Ming… Cuando lo vi la primera vez, estaba jugando al billar, encorvado hacia delante para hacer un golpe. ¡Cuando se puso erguido, aluciné! ¡Era la primera vez que veía a un hombre tan alto! Sentía admiración por todos esos deportistas, y creo que nos ganamos también su admiración conquistando esa medalla de oro…
Y más teniendo en cuenta que esa medalla se obtuvo con sufrimiento. Camerún ganó casi todos sus partidos dejándose la piel. Hubo varias remontadas, victorias selladas en la prórroga, en los penales…
En un principio no teníamos la ambición de ganar el oro, ¡y eso es lo curioso! En cierto modo, quizás eso nos ayudó también. No había ninguna presión. No teníamos complejos; jugábamos liberados. Éramos un grupo de chicos complementarios, solidarios y despreocupados. Y en una competición como esa, la calidad de la convivencia del grupo es un ingrediente fundamental. Nos entendíamos muy bien fuera del campo, y todo era intuitivo cuando nos reencontrábamos sobre el terreno de juego. Esa medalla de oro la ganamos sobre el césped, es cierto, pero nuestras victorias se construyeron en otra parte. Formábamos una familia, un auténtico equipo…
Sin embargo, había grandes egos en ese combinado: Samuel Eto’o, Pierre Womé, Lauren, Carlos Kameni…
(Interrumpe) ¡Entonces no tenían todavía esas fuertes personalidades! Fue más adelante cuando adquirieron relevancia; yo incluido. En esa época no éramos más que unos chavales. Simplemente queríamos jugar juntos y disfrutar, sin ninguna otra ambición. Simplemente vivir el momento… Teníamos un grupo unido y eso se transmitía sobre el terreno de juego.

¿Cuál fue el partido más difícil?
Todos los partidos se ganaron apuradamente. Casi siempre hubo que remontar un marcador adverso, exprimir nuestras reservas. Desde Kuwait hasta España, pasando por Brasil y Chile, toda nuestra andadura fue laboriosa… Éramos adolescentes, y luchamos como hombres. Fuimos a buscar esa medalla con toda el alma.
Usted convirtió uno de los lanzamientos en la tanda de penales de la final. ¿Recuerda con exactitud ese momento?
Siempre asumí la responsabilidad de lanzar los penales durante mi carrera… Antes de ejecutar un lanzamiento, sobre todo en una tanda de penales como esa, ningún jugador te dirá que no siente presión: si marcas, es el país quien gana, ¡y a la inversa! Hay que despejar la mente, controlar tus emociones. Y yo tenía esa capacidad para concentrarme, era fuerte mentalmente. ¡Un penal está en la cabeza, no en las piernas! De lo contrario, para transformar uno es inútil tener buena técnica.
¿Cómo celebró esa medalla de oro?
¡Se puede imaginar la fiesta que hubo cuando regresamos al país! Toda la población nos esperaba en el aeropuerto, las calles estaban abarrotadas de hinchas… Nos recibió el jefe del Estado en persona. Éramos héroes.
No habrá Leones indomables en el próximo Torneo Olímpico. Aun así, ¿seguirá el torneo, aunque sólo sea por nostalgia?
¡Evidentemente! Uno ve la competición pensando “yo también lo viví”… Siempre hay emoción, pero más que nostalgia, es alegría. Me encanta ver las entregas de medallas; eso vuelve a sumergirme irremediablemente en unos años atrás. ¡20 años en este caso!
