**Todos los jugadores se acuerdan del momento en el que la mecha del fútbol prendió por primera vez en su corazón. Para algunos la pasión vino alimentada por la propia familia, para otros fue al ver a su equipo en acción y para la mayoría el milagro ocurrió sobre la cancha del barrio o de la escuela. Para Alex Scott, capitana del Arsenal, con quien se proclamó campeona de Europa en 2007, y con más de 100 convocatorias con Inglaterra a sus espaldas, todo comenzó en una 'jaula de fútbol' en Londres.
"En el East End me pasaba la vida en una jaula de fútbol", cuenta a FIFA.com. "Ésa era mi válvula de escape cada noche, salía corriendo de la escuela a casa y me iba a jugar con los chicos". No se trata sólo de un recuerdo infantil, también son los cimientos sobre los que surgió una jugadora que ahora mismo está entre la élite del fútbol femenino. "Entonces soñaba con jugar en el Arsenal y en Wembley. Si no llega a ser porque alguien se fijó en mí, no estaría donde estoy".
Un viaje más allá de la zona de confort Por eso, cuando Arsenal Foundation y Save the Children le ofrecieron la oportunidad, se opuso a los deseos de amigos y familiares para compartir este amor en un campo de refugiados en Irak. Ambas organizaciones colaboraron para construir jaulas de fútbol en dos campos (mucho mejores por cierto que aquellas en las que ella dio sus primeros pasos) y Scott fue la elegida para conocer a sus pequeños usuarios. "Todo el mundo me decía que no lo hiciera", nos explica. "Pero cuanto más hablaba con la gente, yo pensaba para mis adentros: '¿Qué pasaría si todos adoptásemos esta actitud? Entonces nadie iría allí a ayudar o a dar esperanza'. El hecho de que nadie quisiera que fuese me empujó a hacerlo".
La zaguera, que hace apenas nueve meses conquistó la medalla de bronce en la Copa Mundial Femenina de la FIFA™, tuvo que echar mano de ese espíritu rebelde para viajar hasta aquel desolador paraje en los límites de la región kurda del norte de Irak. Los campos están a pocas horas de Bagdad, pero también de áreas controladas por el Estado Islámico, por lo que no nos equivocamos al afirmar que Scott no estaba precisamente en su zona de confort. "Las trágicas circunstancias en las que vivían me llegaron a lo más hondo".
La zaguera no podrá olvidar su llegada al recinto, compuesto por pequeñas unidades habitacionales repletas de familias en las que 6.000 desplazados iraquíes sufren las consecuencias de la guerra. "Me quedé sin palabras. Lees sobre el tema y lo ves por televisión, pero no lo comprendes hasta que estás allí. Es gente normal, como tú y como yo, lo que pasa es que las circunstancias les obligaron a dejar sus hogares. Algunos llevan allí dos años y medio. Todos tienen aún esperanzas y sueños, quieren ser médicos y fisioterapeutas para ayudar a los que están en su misma situación".
Tanto tiempo, y más que pasará dada la inestabilidad reinante en la región, es mucho en la infancia de cualquier niño. Por eso Scott está convencida de que algo tan simple como 500 metros cuadrados de césped artificial puede ejercer un gran poder de transformación. "La gente puede decir: '¿Qué supone una cancha de fútbol?', pero yo vi de primera mano que para estos chicos lo es todo. Esas canchas de fútbol les están devolviendo la niñez. Antes de tenerlas se quedaban sentados dentro de una cabaña, los 11, día y noche, como el día de la Marmota. es su escape, es un lugar al que ir a jugar y a olvidar sus problemas".
Cambiando las cosas Scott se metió en el bolsillo de inmediato a los más pequeños, que la recibieron con su mejor sonrisa y no la dejaron ni a sol ni a sombra durante su estancia en el campo. A las chicas, que tienen su propio tiempo reservado en las canchas, les dio una sesión especial de entrenamiento. "La gente me ha tomado el pelo porque parecía que estaba compitiendo con ellas y que no les dejaba ganar, pero supongo que es la rivalidad que llevo dentro", sonríe un tanto azorada. "En Irak no forma parte de la cultura que practiquen deporte, por eso es importante que tengan una hora reservada exclusivamente para ellas. Les sirve de motivación para reunirse y trabajar juntas y les confiere facultades para seguir adelante y ser alguien".
Su viaje a Irak y el hecho de ver el fútbol base en su expresión más fundamental queda lejos de su realidad nueve meses atrás, cuando compitió con las Leonas en estadios repletos en el Mundial de Canadá, su tercera experiencia mundialista... y la más fructífera. "Atrás quedaron los días en los que Inglaterra era una bicoca", razona. "Recuerdo cuando empezamos a ir a torneos y nos medíamos a Alemania, que estaba muy por delante de nosotras. Ahora tenemos que demostrar que el bronce no fue flor de un día".
A sus 31 años, Scott ha vivido en primera persona la increíble metamorfosis del fútbol femenino. "He vivido el fútbol femenino cuando estaba al mínimo, cuando no teníamos nada y entrenábamos dos veces por semana, hasta donde está ahora, lo que es absolutamente fantástico", asegura.
Un giro de 180º como el de pasar de jugar con los amigos en el 'fútbol jaula' a recibir los aplausos de estadios repletos. Un cambio tan grande como el que estas nuevas canchas pueden operar en los niños y niñas iraquíes.