En la foto aparece en el centro de la imagen, es la que está mirando al cielo bajo una lluvia de confeti dorado rodeada de sus eufóricas compañeras. Sandie Toletti habrá visto esta fotografía miles de veces, aunque la verdad es sólo tiene que cerrar los ojos para revivir la escena. Ella fue la primera francesa de la historia que alzó la Copa Mundial Femenina Sub-17 de la FIFA, un privilegio reservado a la capitana de la formación. Este 13 de octubre se cumplirán cuatro años de la victoria de las Bleuettes en la final de Azerbaiyán 2012.
Con Jordania 2016 en pleno apogeo, Toletti no ha olvidado nada de aquella aventura. ¿Cómo olvidarla si todos los días tiene ante sí un recordatorio que le refresca la memoria? "Tengo la medalla en casa, a buen recaudo encima de mi cama", revela a FIFA.com la campeona, que sigue con atención la competición pese a la ausencia de Francia. "Es un recuerdo precioso y todavía sigo viéndome con las chicas y hablamos de ello. Es un placer evocar aquello y recordar todo lo que sucedió allí".
"Todo", se refiere a un torneo en el que, de entrada, a Francia le tocó un grupo muy reñido junto a la RDP de Corea y Estados Unidos; un duelo de cuartos, contra Nigeria, tan igualado que sólo pudieron ganar en la tanda penal; y una victoria contundente en semifinales (2-0) ante Ghana, antes del épico triunfo, de nuevo desde los once metros, frente a la RDP de Corea en el choque por la corona planetaria. "Nos habíamos enfrentado a ellas en la fase de grupos y ya nos resultó muy difícil", rememora la mediocampista del Montpellier HSC. "La final fue también un encuentro complicado. En la primera parte estuvimos bien, pero en la segunda empezamos a acusar realmente el cansancio".
Las galas dominaron claramente toda la primera parte y Léa Declercq abrió el marcador a la media hora de juego. Sin embargo, en la reanudación bajaron el ritmo y a falta de siete minutos se produjo la lógica igualada de las coreanas. "Francamente, creímos que íbamos a perder", admite Toletti, que enseguida disipó sus dudas. "Recuerdo que a tres minutos de la conclusión, una coreana se encontró sola ante nuestra guardameta y envió un cabezazo a ras del poste. Eso nos hizo pensar que a lo mejor la suerte estaba de nuestra parte. En cuartos, Delphine Cascarino ejecutó un penal que pasó entre las piernas de la arquera. Desde entonces ya nos dijimos que el éxito estaba de nuestro lado, y eso se mantuvo durante el resto de la competición".
Un destino ya escrito La clarísima ocasión errada por Choe Yun Gyong propició la lotería de los penales. De este modo, la primera final de la Copa Mundial disputada por una selección femenina francesa se decidió desde los once metros. ¿Adivinan quién fue la primera lanzadora Tricolor? "Teníamos establecido un orden, y yo era la primera", explica Toletti, que aún tiene frescas en su mente todas las emociones vividas. "Fue la primera vez en mi vida que sentí tanta presión. Había 30.000 personas y cuando nos dispusimos a tirar los penales, todo el mundo se puso a golpear los asientos, el ruido era impresionante".
A pesar del ambiente hostil, a la arquitecta del juego no le temblaron las piernas ni un instante. Experta en la materia, posee sin duda nervios de acero, si bien fueron ante todo los sabios consejos de su seleccionador los que le sirvieron de ayuda. "Cuando nos agrupamos antes de los penales, nos dijo: 'Chicas, vais a lanzar, pero el destino ya está trazado. Todo está escrito, el destino ya sabe quién va a ganar y quién va a perder", confiesa acerca de las palabras de Guy Ferrier. "En última instancia, nadie sintió presión, nos dijimos a nosotras mismas que íbamos a tirar y que luego ya veríamos…".
Al cabo de ocho tentativas para cada bando, la balanza se decantó del lado francés para poner el broche de oro a una hazaña inolvidable. "Los obstáculos que superamos durante ese certamen nos ayudan hoy en todas las competiciones, ya sea con nuestros clubes o con la selección", apunta Toletti, integrante de las Bleues desde 2013. "Vivimos un mes y medio juntas sin el más mínimo problema, sin el más mínimo contratiempo. Estábamos tan a gusto juntas que ni echábamos de menos a nuestras familias. Estábamos felices juntas, nos pasábamos el día bromeando y no nos hubiese importado estar allí más tiempo".
Pero todo llega a su fin y hubo que dejar Azerbaiyán para regresar al hogar. Y fue precisamente al llegar a casa cuando las Bleuettes tomaron verdadera conciencia de su gesta. "A todas nos costó darnos cuenta de que éramos campeonas del mundo. No fuimos realmente conscientes hasta que vimos a todas las personas que nos llamaban y nos felicitaban. Nada más llegar a Francia, hubo una recepción en la Federación. El presidente nos felicitó y nos hicieron regalos. No obstante, para mí la locura fue incluso mayor cuando regresé a mi pueblo, de 700 habitantes. Me recibieron como a una reina, fue muy bonito. Con todo, a mí aún me costaba creérmelo".
Cuatro años después, sólo tiene que echar un vistazo a esa medalla colocada sobre su cama para recordar que esa realidad existió.