Es una de las que más partidos ha jugado con de Canadá
Tiene en su haber cuatro Copas Mundiales Femeninas
Cuenta cómo el emigrar a Islandia le dio un nuevo aliento
Es innegable que, si pensamos en Erin McLeod, la imagen que nos transmite es la de ser una de las principales guardametas de su generación.
Su historial incluye la participación en cuatro Copas Mundiales Femeninas de la FIFA™, 118 partidos con la selección canadiense y una medalla de bronce olímpica. Quizás también sepamos que es artista y filántropa, y famosa asimismo por su trabajo como conferencista motivacional y una elocuente defensora de las cuestiones LGBTQ+, los derechos humanos y el empoderamiento de las mujeres.
Sin embargo, es poco probable que seamos conscientes de que tras estos logros hay una vida lastrada por el dolor y la falta de confianza en sí misma. Además de haber sufrido varias lesiones graves, McLeod ha tenido que enfrentarse a dudas acerca de su identidad y su valía personal, un trastorno alimentario, episodios de depresión y un doloroso divorcio.
La veterana arquera, que ahora tiene 37 años, lleva bastante más de un año sin defender los colores de su país, se perdió la Copa Mundial Femenina de la FIFA Francia 2019™ por encontrarse lesionada y no está segura de sus posibilidades de ser convocada para disputar los Juegos Olímpicos del año que viene. Aun así, nos habló con un tono positivo, sereno y, afortunadamente, feliz desde Islandia, donde compite actualmente, en las filas del Stjarnan.
McLeod, cedida por el Orlando Pride, explica a FIFA.com que está disfrutando más que nunca del deporte rey. También cuenta entusiasmada cuáles han sido las técnicas que le han permitido recobrar el ánimo, a través de un programa de búsqueda de la conciencia plena (mindfulness) que presenta hoy.
¿Cómo ha acabado en Islandia, y qué tal le está yendo ahí?
El año ha sido una locura en muchísimos aspectos, pero me siento agradecida por muchas de las cosas que han ocurrido, también por este cambio. Habíamos pasado un mal momento en el Orlando Pride, al tener que retirarnos de la Challenge Cup, y yo llevaba un año sufriendo lesiones continuamente, así que tenía la sensación de que necesitaba jugar como fuese. Hablé varias veces con el club, y con los preparadores de la selección nacional, y apareció Islandia, sobre todo porque mi compañera [la internacional islandesa Gunny Jónsdóttir, del Utah Royals] es islandesa.
Ya habíamos visitado juntas Islandia el pasado mes de diciembre —por cierto, recomiendo a cualquiera que venga que lo haga en verano [risas]— y durante ese tiempo nos encontramos con gente del Stjarnan, que es el club en el que se formó mi compañera, en el que jugó. Y cuando nos pusimos a ver opciones, con la oportunidad de venir aquí en verano, el hecho de que en Islandia hubiese muy pocos casos de COVID, y la oportunidad de llegar a conocer a la familia de mi compañera, la decisión fue obvia. Y está siendo maravilloso.
¿Qué tal lleva lo de jugar con frío y viento?
Te pone a prueba, de eso no hay duda. En un partido, le di al balón con todas mis fuerzas y se quedó flotando en el aire, ¡creo que acabó a 20 metros de la portería! [risas] Hay que acostumbrarse a ese tipo de cosas.
Además de usted, en 2020 otras 27 futbolistas llegaron Islandia. ¿Qué tienen de especial el país y su cultura para contar con un panorama futbolístico femenino tan pujante en una población tan pequeña?
Viendo la calidad del fútbol que hay aquí, en un país de solo 300.000 habitantes, me quedo anonadada. Islandia es fenomenal en muchísimos aspectos. Siento una gran admiración por la consideración que tiene este país no solo del deporte femenino, sino por las cuestiones de género en general. Hace unos años se implantó el permiso de paternidad obligatorio, y gracias a eso la brecha salarial de género es una de las más pequeñas del mundo. Es lo mismo con la estructura de bonificaciones, las mujeres reciben lo mismo que los hombres, y aquí veo muchas cosas de las que pueden aprender otros países, también Canadá.
Hoy mismo presenta usted su programa de conciencia plena para el alto rendimiento. ¿Puede contarnos en qué consiste?
Es un proyecto que me apasiona. Colaboro con la doctora Rachel Lindvall, quien tiene un doctorado en investigación sobre mindfulness, nos hemos inspirado mutuamente para unir sus estudios con mi experiencia de jugar al máximo nivel con la selección canadiense desde 2001. Y de ahí procede el programa. He aprendido muchas cosas de la selección, como el entrenamiento mental o el entrenamiento de la concentración, y en el programa tenemos muchos tipos distintos de desarrollo de la atención y relajación guiada, que pueden utilizarse antes, durante o después de los partidos.
Yo personalmente, ¡siempre tardaba unas ocho horas en desconectar de un partido! Desde siempre me ha obsesionado leer libros de autoayuda o de autodesarrollo, y si de joven hubiera sabido cómo funciona la mente y cómo afrontar los reveses y los errores, mi carrera habría cambiado por completo. Me siento muy orgullosa de lo que he conseguido, pero el fútbol es un juego y está pensado para que se disfrute. A veces los jugadores cargamos con toda la presión del mundo a cuestas, cuando lo que hacemos debería procurarnos más diversión. A ese respecto la conciencia plena es algo muy ingenioso, porque consiste en vivir el presente, y para los deportistas resulta inestimable.
¿Cuándo empezó a utilizar la conciencia plena, y cómo le ha afectado dentro y fuera del terreno de juego?
Me puse con ello después del Mundial de 2011, antes de los Juegos Olímpicos de 2012, y vi que mi rendimiento había cambiado por completo, con muchísima más regularidad. Yo siempre había sido una arquera muy nerviosa, para mí era muy importante vivir el presente, para evitar que esos nervios se convirtiesen en un factor demasiado negativo. Una de las cosas que he aprendido es que nuestra mente es poderosísima, y si una persona está nerviosa antes de un partido y piensa que es porque no está preparada o no es lo bastante buena, acabará creyéndolo. Pero si es capaz de convencerse de que es simplemente su cuerpo preparándose para rendir a su mejor nivel en el partido, será un cambio que se puede hacer, y yo lo he hecho. Para mí lo ha cambiado todo por completo, en muchísimos aspectos.
Dijo le gustaría haber tenido estos conocimientos siendo más joven. ¿Cómo habría influido en su carrera, no tanto en logros pero sí en diversión?
Creo que habría influido muchísimo. Hace poco estaba jugando al baloncesto con mi sobrino y falló un lanzamiento. Tiene cuatro años y es pequeñito, pero bajó de inmediato la cabeza y se le notaba que le daba mucha vergüenza. Y a mí lo que me pasaba era eso, era la peor en esos casos, me lo tomaba muy a pecho. Y también, al ser deportistas de alto nivel, tenemos un concepto de la perfección, que si lo pensamos es una locura, porque la perfección es imposible. Siempre recuerdo que hace años Rachel me enseñó un estudio que demostraba que ser duro con uno mismo o con otras personas no sirve de nada, no te hace aprender más rápido. Así que, volviendo la vista atrás, creo que cuando era joven podría haber progresado un poco más rápido si hubiera sido menos autocrítica y si hubiera sabido cómo reaccionar ante las decepciones. Y estoy convencida de que habría disfrutado mucho más de jugar al fútbol.
Al ser la conciencia plena un elemento muy importante en su vida, ¿está disfrutando más que nunca del fútbol?
Por supuesto. Y lo más emocionante para mí es que estoy probando más cosas. Tengo 37 años y soy mucho más valiente a ese respecto, y sé tomarme en broma los errores mejor que nunca, al menos los pequeños. El otro día estaba ensayando algunas cosas en la distribución y supe reírme cuando no me salían. Hace diez años me lo hubiera tomado de forma terrible. Tengo la impresión de estar madurando y aprendiendo todo el tiempo, y eso me hace muy feliz. Creo que también se nota en mis actuaciones. Con los años una va cambiando, seguramente ya no salte tan alto como antes, pero afronto la presión mucho mejor y leo el juego mejor que nunca. Me siento muy bien estando como estoy.
Ya vuelve a estar en forma y pelea por un puesto en la lista de la selección que competirá en Tokio. ¿Es un objetivo?
Antes me habría obsesionado con ello, pero ahora afronto las cosas a medida que llegan. Siempre voy a ser una persona competitiva y me encantaría ir a las Olimpiadas, porque, después del Mundial, es el mayor honor que pueda haber en el deporte. También conservo grandes recuerdos de las experiencias que viví en los Juegos Olímpicos de 2012, fue un motivo de orgullo.
Pero en Canadá tenemos otras tres porteras que son fenomenales y me siento muy orgullosa de ellas. La competencia por los puestos de guardametas es muy intensa, yo ahora mismo me siento muy orgullosa de lo que he logrado y tengo que aceptar que tal vez ya haya jugado mi último partido con la selección, aunque me gustaría que no fuese así. Pero recuerdo la gran impresión que me causó cuando yo era joven Caroline Jönsson [exinternacional sueca], por lo bondadosa que era al afrontar la competencia, era buena persona antes que buena arquera. En aquel momento pensé: “Quiero ser como ella y que me recuerden como a ella”. Y ahora mismo estoy en esa posición, no cabe duda.